Por esta foto. Tres horas. Caminaba por Santa Cruz. Era mi última mañana. Quería comprar algún recuerdo por la avenida Libertad, pero me equivoqué de calle. Y se fue la libertad. En un muro rosa veo un graffiti simpático contra la autonomía departamental. Saco mi cámara y la inmortalizo.
-Oiga, qué hace- Horror. Un policía se me acerca. La pared rosa resulta ser el muro de un banco.
-No puede tomar fotos sin autorización. A ver su pasaporte.- Segundo error. He salido de la casa sin nada. Tan sólo quería un recuerdo.
-Pues acompáñeme. Aquí Alfa7- El policía toma su radio- Aquí Alfa7- Y me hace entrar en el banco. Camino por el pasillo. Su superior me interroga. No tengo pasaporte, no me muevo. Alfa 7 sigue pegado a la radio. Viene el superior del superior. Me entra la risa, pero mejor no.
- Qué hacías, por qué, a qué te dedicas, el nombre, escríbelo- Todos son preguntas. Ahora se ríe el policía. Alfa 7 ha conseguido dar con otro mando. Viene a buscarme. "No se preocupe, vendrán los de Interpol. Le llevarán a comisaría y allí verificarán sus datos". Ciudadano clandestino.
Y en efecto. Aparece el gran mando, pero no viene solo. Con él caminan otros tres policías, pero vestidos de militares. Con cada paso giran las cabeza a los lados. Todo por una foto.
Se repiten las preguntas. Vuelvo a escribir mi nombre. Es absurdo.
Me montan en el auto con un policía militar a cada lado. Detrás en la parrilla de la camioneta otros dos militares armados. Delante un chofer sin cuello. De copiloto en capitán.
-¿Qué has hecho, robar el banco?- Por fin, hay uno que rompe el silencio. Es el militar de mi derecha. Con los labios pegados al cañón me dedica unas palabras.
-Sí, apunta de cámara. Le contesto. Ahora me pregunta por Bolivia. Qué me ha parecido. Sabe que soy periodista y quiere que le cuente. No hablamos mucho. Llegamos enseguida a "la central". Baja uno de ellos. Baja el otro. Me escoltan. Saco pecho. Parezco el destripador de cholas. Subo las escaleras y me sueltan en extranjería. Detrás de una puerta unos ocho policías pasan el tiempo. Todos se acercan al mostrador. Quieren ver la mercancía.
-Este extranjero fotografiaba el banco. No tiene documentación. Dice que es periodista. No sé cuál de las tres acusaciones es la más grave. Tal vez la última. Me río.
- Le hago gracia. Explíqueme el chiste- Y golpea la mesa con el puño. Me muerdo los papos, la lengua. La campanilla vibra.
Pasa una hora y ahí sigo. Al fondo de la sala. Escribiendo mi nombre y dando explicaciones. Les propongo ir a la casa en la que me hospedo a recoger el pasaporte. Aceptan. Toman sus pistolas y las introducen en riñones negras. Son dos policías. Van de paisano. Bajamos las escaleras del edificio. Me introducen en un jepp. Ahora más pequeño. Y a la casa. Por el camino no hay cruceña a la que no toquen el claxon. Es la auténtica pareja de policías.
Llegamos a la casa. El mayor se gira. Se pone serio. "No queremos sustos. Al mínimo movimiento, disparamos. Sabes que vamos armados. Hablo en serio. Hemos respetado tus derechos. Ahora entra enséñanos los documentos y volvemos". Trago saliva.
Y así fue. Introduzco la llave. Abro la puerta. Y doy un paso. Uno entra de lado. Mira y da otro paso. De película.
Todo en regla. Me hacen abrir la maleta. Remover la ropa. Todo en orden. Dos horas.
Volvemos a "la central". Fotocopian mis documentos y chau. "La seguridad es lo primero, no debes ir sin papeles, chaval". Ahora sí, ríen. Me devuelven la mochila. Me dan la mano. Y me desean feliz viaje. Les aprieto la mano. Y apunto sus nombres. Los don son Mamami. Basta de fotos por hoy. Decido volver a casa por otra avenida. La Libertad traiciona. Santa Cruz no defrauda, Bolivia tampoco.
(La seguridad del Cyber Café del Aeropuerto de Buenos Aires no me deja colgar la foto. El post no me lo puedo contener. Bolivia askatu. Nos vemos pronto. El domingo ya estaré por Bilbo)